Es muy común que cueste conciliar el sueño cuando no estás en tu casa. El problema llega con el verano: vacaciones, casas de amigos, hoteles… es muy difícil para nuestro organismo adaptarse rápida y eficazmente a cada nuevo entorno.
La pregunta es: ¿cuál es la causa de que no pueda dormir en camas ajenas?
La ciencia lo explica
Tras estudios realizados en distintas universidades norteamericanas, todo apunta a que el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro mantiene un mecanismo de vigilia y alerta para enfrentarse a posibles amenazas cuando duerme en un entorno desconocido. Esto ya se había observado en distintos animales: ballenas, delfines, etcétera, lo que demuestra que es un instinto completamente natural.
Mientras nuestro hemisferio derecho se duerme, nuestra otra mitad se resiste a dormirse por completo, alterando nuestra rutina de sueño, ritmos circadianos y estado de ánimo.
Estos mismos estudios desvelaron un patrón común en todos sus sujetos: la primera noche siempre era la más dura. En la primera noche, el cerebro reacciona con mayor facilidad a estímulos externos, como por ejemplo, los sonidos agudos. Es por este fenómeno conocido como “efecto primera noche” que el estudio se realizó a lo largo de varios días, para minimizar sus síntomas. Tras un par de días, el organismo acababa por adaptarse y conciliar el sueño de forma más rápida.
Esto explica por qué es complicado conseguir dormirse la primera noche en un nuevo hotel pero fácil al día siguiente.
También se observó que aquellas personas acostumbradas a cambiar de entorno de manera constante (por viajes, etcétera) no tienen este efecto tan fuerte, ya que el cerebro es un órgano flexible que acaba por adaptarse a la variación constante.
Ahora que sé esto… ¿cómo puedo dormirme?
El principal consejo para descansar a gusto en una cama ajena es asemejar el entorno lo máximo posible al de tu hogar: esto ayuda a que el cerebro se adapte antes. Trata de dormir en el mismo lado de la cama, con la misma cantidad de almohadas, las mismas posturas y, sobre todo, con tus rutinas habituales de descanso.
Llevar objetos con los que duermes habitualmente (tu propia almohada, cojín u objetos que suelas tener en tu mesilla de noche) ayuda a calmar al cerebro.
Presta atención a la temperatura de tu habitación: en cuartos demasiado fríos es más difícil dormir, al igual que durante olas de calor.
El aroma de lavanda también es muy útil para relajarte y regular el ritmo cardíaco.
Para minimizar los estímulos externos, prueba a dormir con tapones (para evitar los sonidos agudos) y con un antifaz. De esta manera el sueño será más reparador.
Otra forma sencilla para conciliar el sueño es con suplementos de melatonina. La melatonina es una de las hormonas más importantes del sueño, segregada naturalmente por el cuerpo. Sin embargo, con cambios en nuestras rutinas, su producción se puede ver alterada. La melatonina en pastillas o gominolas puede ser una buena opción para darle el último empujón a tu cuerpo (pero siempre se debe consultar con un médico su consumo).